ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Primero los pájaros, oyendo sus cándidos arrumacos, luego el silencio de la noche y el inquietante parpadeo de las estrellas. Si, hubo frío; también viento... Muchas veces estábamos tristes por algo sobrenatural que nunca entendimos. Estábamos locos y ciegos, sólo queríamos estar juntos y, por supuesto, detener el mensaje del tiempo... Una locura que nos mantuvo juntos en aquel mundo de idílicos sueños, cuando sólo nos alimentábamos del amor.
A veces, me quedo un rato sentado, bajo los laureles de la Plaza del Charco, hasta la hora del retorno, para deleitarme escuchando el trinar de los pájaros; y si estoy solo, no escucho igual que antes, además, ya uno está haciéndose viejo. Al final me voy con un pesar enorme, andando sobre mis cansados pasos, y siento el desaliento propio de la soledad que tanto entristece. Me doy cuenta, ahora, de cuánto hemos perdido con el paso del tiempo. Cuando veo pasar las nubes sin detenerse, siento deseos de correr tras ellas, pero no puedo. ¡Cuántas cosas nuestras se han llevado, en ese viaje apresurado! Hoy, todo a mí alrededor suspira, casi no oigo el trinar de los pájaros, sólo oigo cuando silba la cálida brisa, que sí me acaricia y me devuelve un poco la calma. ¡Quién sabe el mensaje que nos deja esa suave corriente, silente mensajera… al pasar!
La noche eres tú, emerges con los recuerdos desde los más recónditos y accidentados abismos de aquel pasado, que no olvidamos, por los bellos momentos que en él vivimos, que son los que en realidad cuentan. La noche es como un halo perfumado que nos envuelve, es tibia y sensual. La noche me obliga a soñar... Entonces, sí oigo cuando trinan los pájaros en la hora del retorno. Y la brisa es tu aliento, alimentando este amor que llevamos tan adentro, a pesar del tiempo que ha pasado y nos ha distanciado tanto. Las brisas de nuestro puerto, mensajeras que nos traen, también sus melódicos cantos, cual si fueran consejeras que nos invitan a seguir viviendo y a reconsiderar todo aquello que pudo haber sido y no fue, porque no supimos luchar para defenderlo.
Ahora, sólo conservamos los recuerdos de aquel bonito pasado, aunque nos duela, a veces, el alma de tanto callar... Pero la vida es así, dos personas que se quieren, tal vez, con el tiempo, pierdan esa mágica ilusión y no la sientan mañana. Siempre quedarán los recuerdos, que, esos sí, no los borrará nadie ni nada.
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