ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Me gusta, lo digo con esa insistencia, ir donde se esconden aquellos rasgos tan necesarios donde se ocultaban las herencias étnicas que nos permitían vivir aquella intimidad social tan sosegadamente. Cuando nuestras Islas Canarias eran un Paraíso ciertamente conmovedor. Había respeto y paz, para todos por igual. Fuimos un ejemplo de indestructible amor. Y siempre fuimos nostálgicos de todo lo que íbamos perdiendo Y sabemos cuándo comenzó el deterioro de esa paz extraordinaria, yo lo recuerdo muy bien; entonces, o la gente era más buena y éramos menos exigente entre nosotros mismos, o ha cambiado todo para ser peores de lo que antes fuimos. Esta nueva sociedad de consumo cambió todos aquellos deliciosos esquemas, se nos impuso la modernidad, y el consumismo novedoso y atractivo de reactivas ofertas, que nos embargaron, aceptando toda suerte de condiciones.
Entonces hemos perdido gran parte de nuestra histórica identidad y sus delicados atractivos. El encanto de nuestras costumbres y el sentimiento natural de aquellas sanas interpretaciones étnicas, dejó morir pausadamente lo que ya no podremos recuperar tan fácilmente Toda ambición llega al engaño de nuestros propios sentimientos, y, hemos sido cada uno de nosotros los propios jueces y reos de nuestros fracasos...
¿Cuáles han sido nuestras conquistas? ¿Qué tenemos que celebrar? ¡Qué doloroso es animar las fiestas ajenas y recordar la sangre de los nuestros!; con el descaro de la impasibilidad de que tantos presumen. ¡Qué triste es recordar la historia de nuestros pueblos desmembrados injustamente en su indefensión y hasta mal nutridos entonces! Aquellos que murieron heroicamente por defender a sus mujeres y a sus hijos, en definitiva, a su raza guanche... ¡Qué doloroso!
Ahora vivimos hipotecados en todos los aspectos de la vida, a merced de las circunstancias, bajo la constante amenaza del cobro de nuestras deudas, sin hallar la salida y sin poder escapar de esta pesadilla sicológica y económica. En definitiva, que estamos prestados en este mundo egoísta, mal humorado, grotesco y lo que es peor, desorientados y sin saber, en realidad, donde mirar y a quienes creer.
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