NOMBRES Y APELLIDOS RAROS
ARTÍCULO DE: Evaristo Fuentes Melián

Lo de EVARISTO ya no me afecta en absoluto. Gracias a ese santo (papa y mártir, primeros siglos del Cristianismo), en el Puerto de la Cruz –donde resido oficialmente-- no me han puesto ‘nombrete’, puesto que, según me dijo un portuense de nacimiento, con decir Evaristo ya se distingue por nombre raro e incluso sirve como apodo.
Si me hubiera llamado Pepe o Juan o Manuel ya – ¡en lenguas del Puerto te veas!--me hubieran dicho El Flaco, o peor aún, como me apodaron una vez mis amigotes del alma: “Fray Escoba”; o peor ‘entodavia’: como me llamaba, siendo yo alumno, un clérigo de los legos salesianos de La Orotava: “El esqueleto ambulante”… Joder, con el clérigo…¡yo lo hubiera rebajado a subdiácono!
Además, miel sobre hojuelas (¿o hiel?): conocí a un perdomero de nacimiento (q.e.g.e.) que estaba de secretario administrativo en el Colegio Politécnico de La Laguna, al que bautizaron ESTRATÓNICO; otro, Primitivo (encargado de Dragados y “Destrucciones”); y otro, Pacifico (director salesiano en la Villa, años 1953-1958), pero que en cierta ocasión, una señora aristócrata de la Muy Noble y Leal, llegó al colegio y preguntó por don Tranquilo….
Y, sin salirnos de este islote llamado Tenerife, célebres son apelativos como: De la Cuadra de Machado (incongruente, pues era una señora de postín). Dolores de Barriga. Hermoso Conejo. Grande y Chico, y ¡hasta Polla!; aunque desconozco que se haya casado una Grande con un Chico o con un Polla. O viceversa….
¡AH! otro ‘gorrpe’ (¿de pecho?) y doy fin a esta perorata: soy aparejador y hace tiempo un encargado de una obra en construcción me decía: “don Álvaro esto, don Álvaro lo otro…”. Y entonces le pregunté ¿Por qué me llama don Álvaro?; y me contesta: “es que no tengo confianza para llamarlo ALVARITO”…
¡Salud! Y un abrazo de………. ¡Evaristo!
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