martes, 23 de noviembre de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

COMO UN RAYO DE LUZ EN LAS TINIEBLAS...

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Frente al blanco papel, cuartillas esparcidas sobre la mesa, esperan sentir roto el silencio de la meditación. La mente vaga somnolienta por caminos imaginarios y el embeleso del lánguido abandono de la quietud aumenta mi desconcierto... O por el contrario, siento cual mares increpadas arremeter contra los salientes del inmóvil acantilado de basálticas aristas, donde rompen las impetuosas olas toda su furia, hiriendo, cual blancas rasgaduras de limpios encajes que se dispersan y confunden con otras blondas de inquietas burbujas de hilos plateados que emergen del azul del mar y el verde desvaído de las profundidades. Una disposición tal, que me va poseyendo y atenaza la dinámica de mis torpes movimientos, hasta el punto de obnubilar mi mente.

El blanco papel continúa desierto, mientras mis mermados instintos van tejiendo la maraña de mis ideas. Se van asomando los desvanecidos perfiles de las percepciones, buscando los causes dialécticos de la comunicación y se aproximan como fantasmas organizados al diáfano papel. Es entonces, cuando surge el milagro de las palabras e intervienen, súbitamente, los elementos necesarios; y las ideas se plasman, y surge el coloquial encuentro entre la razón y el verbo, antes declamados con la condición creadora del individuo. Más, a veces, la inspiración surge espontáneamente, como un rayo de luz en las tinieblas...

Como cuentas de nácar desgranadas sobre el blanco papel, mis intuiciones fueran canalizadas en el cauce poético de mis fantasías. Comienza así el momento comunicativo y las palabras van brotando, buscando la transparencia del caudal de sensaciones diversas y cuantas emociones surgieran, aglutinadas en tiernos mensajes líricos. Aquel silencio de la meditación, abandonado en su quietud, fue resquebrajado por la palabra espontánea, llegada ¿quién sabe de dónde? La expresión espontánea del pensamiento liberado, poéticamente expresado. Para decir algo que se debatía en el intelecto, aún sin haber adquirido formas en la mente atormentada. Como un rayo de luz que inundara la lobreguez soterrada en el estático papel, oculta bajo su nívea superficie.

Uno busca en la emoción contenida, la satisfacción  de un encuentro deseado y a veces intuido; por los senderos de la fantasía rescatar algo perdido, pese a la lejanía que nos separa. Sólo con la evocación y su expresión, a través de la palabra, las cuales llenan el vacío de las cuartillas que yacen expectantes, con su melancolía... Ver escritos mis tímidos versos de amor y soltar la pasión contenida.

Cuando pienso en ti, ese silencio nubla mi vista si miro al cielo, es, como si recibiera el calor de la luz distante que llega hasta mí anegando espíritu. Y si cierro los ojos, te veo y te siento a mi lado, como si nada hubiera pasado, y juntos compartimos, del momento, que, aunque efímero, nos permite sin mediar palabra alguna, ir de manos cogidas hasta donde acaba el difuso sendero del sueño. Y al decirnos: ¡adiós!, tampoco pronunciamos la palabra, una sonrisa tuya lo dice todo.

Frente a las blancas cuartillas, aún esparcidas sobre la fría mesa, a veces, permanezco largo tiempo pensando en ti, sin poder escribir y sólo me limito a soñar, sin poder saciar la sed de mis labios  y mi mente que enmudecen.

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