viernes, 3 de diciembre de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

MENSAJE SOLIDARIO A LOS EMIGRANTES CANARIOS EN   VENEZUELA

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Es lo que pretenden mis palabras, sólo estar con todos ustedes, muy modestamente; y lo que digan mis pensamientos no les fastidie. Mi deseo es acompañarles de alguna manera, transmitirles, así mismo, el calor de nuestra amada tierra; y si fuera posible, también el sentir de los pueblos que dejaron, los cuales no les olvidan. Yo también fui emigrante, pues me alisté a esa columna de valientes compatriotas que se fueron al país de promisión... A buscar en Venezuela lo que nos faltaba aquí: ver algún día nuestros sueños realizados. Mas, debo recordarles, que no todos los que emigramos a América lo hicimos buscando un medio económico de vida mejor. Hubo muchachos, también chicas, que ya estaban enamorados de Venezuela aún sin haberla visitado nunca, sólo por cuanto oían hablar a sus mayores. Así fuimos contagiados de esa ilusión, sintiéndonos protagonistas de  atractivas aventuras que oíamos a diario. Transmitidas por aquellos que regresaban de “vacaciones.” Cuando hablaban de las gentes de allá ponían cierto acento de nostalgia y énfasis en sus narraciones, que más parecían relatos de hechos familiares acaecidos allá. Describían los paisajes rurales y urbanísticos con tal abundancia de detalles exóticos, que en verdad alucinaban. Si veíamos alguna fotografía que traían o que nos las enviaban junto con las cartas, con nuestra fantástica imaginación, nos veíamos en esos lugares de ensueño, rodeados de personas maravillosas y paisajes increíbles por sus bellezas, a pesar de estarlo viendo a través del frío celuloide. Por lo tremendamente seductor, aquello parecía que fuera nuestras islas canarias, igual que una prolongación de las mismas, pero con connotaciones nuevas, más románticas... La idea fue fija en mi mente, no podía pensar en otra cosa y a pesar de mi corta edad intenté, sin conseguirlo, irme de polizón en tres ocasiones. Aún era menor de edad para legalizar papeles por mi cuenta y riesgo, poniendo a mis preocupados padres en la natural disyuntiva de ceder a su pesar. Acabé yéndome legalmente y a partir de entonces cambió mi vida, aquí quedaron mis seres queridos, con el corazón destrozado y yo, en esa aventura, con la ilusión propia de los años me perdí en la evidente maraña de los acontecimientos, buenos y malos. Pero ya era tarde para reflexionar en la evidencia de los hechos, había que mirar hacia delante y continuar el camino. Hoy lo recuerdo todo, atrás quedaron vivencias para no recordarlas por su dramatismo, ¿porqué no decirlo? También está la otra cara de la moneda, digna de evocarla siempre, por sus hermosos episodios, cual páginas de un libro mágico que cuidaré siempre... Si, paisanos míos, no faltaron ratos amargos pero ellos se fueron superando. Lo más enternecedor era, ser admitidos en todos los lugares que transitábamos, por el sólo hecho de ser canarios, sin importarles lo demás ni cuales fueran las razones que nos obligaron a salir de Canarias. Ellos sabían que íbamos aceptar las condiciones que nos impusieran porque de antemano las compartíamos: integrarnos a su forma de vida, identificarnos como si fuéramos hermanos, amigos de siempre. Al poco tiempo hablábamos como ellos y pensábamos igual. Comíamos en la misma mesa y trabajábamos juntos. Ibamos a las mismas fiestas, si nos alcanzaba el tiempo, y visitábamos sus hogares con el máximo respeto. En definitiva, aceptamos el afecto y el cariño que nos daban y que estando solos allá, tanto necesitábamos. Lo más digno de esas personas era, que no admitían fuéramos débiles ni podían vernos tristes mientras ellos pudieran consolarnos. Así pues, cuando salíamos del “bache”, no podíamos olvidarnos de ellos, seguíamos siendo amigos y podían cambiarse los papeles, para entonces ser nosotros los humanos y solidarios como lo fueron ellos.

Aunque estemos lejos no les olvidamos, y a veces hasta les envidiamos por ser como son. Los emigrantes de Canarias en Venezuela, merecen un apartado especial en el contexto nacional. El canario va al país a trabajar por Canarias y Venezuela, no va con otras intenciones de dudosa conducta. Eso lo saben los criollos y se percató de ello, antes que nadie, el Padre de La Patria “Simón Bolívar” en su proclama: Españoles y canarios aún siendo inocentes... Sabía que somos distintos, que sabemos estar donde se nos invite a colaborar en una causa justa y casualmente, hoy Venezuela nos necesita más que nunca, sigamos siendo agradecidos que eso es de bien nacidos.

Hoy todo ha cambiado, desde entonces. El dolor que llevo dentro de mi alma nadie me lo va a quitar mientras no sepa que mi querida Venezuela no vuelva a ser aquel hermoso país, donde todos, extranjeros y nacionales, podíamos vivir en armonía haciendo más grande el orgullo y la familia nacional. Me rompe el alma cuando recuerdo a tantas viejitas cariñosas que sólo de ellas se desprendía el amor… Créanme, las que yo recuerdo eran maravillosas, maternales, amorosas… No saben lo que me duele verlas a través de la TV venezolana pidiendo justicia ciudadana, las veo tan indefensas y abandonadas… Amar a un país como ese y verle sufrir tanto, en verdad, es terrible. ¡Que Dios se apiade de esa buena gente!..

Siempre me acuerdo de ellos y a veces maldigo la suerte que tengo cuando sé que no puedo compartirla con todos ellos, a quienes tanto amor les debo.

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