sábado, 20 de noviembre de 2010

TURISMO Y OTROS,

AMANDO DE MIGUEL
ARTÍCULO DE: Lorenzo Soriano
Ayer, invitado y honrado, nada menos que por la Asociación Nacional de Gourmets, asistí, en Madrid, a una charla/coloquio del Ilustre sociólogo Amando de Miguel. Como llegué tarde, me arrimaron una silla de última hora, que, con el tiempo resultó ser la primera fila del entretenido acto, ya que el ponente, se colocó frente a mí a escasos dos metros. Eso, y que la audiencia quería mas escuchar que hablar, no digamos luego de la opípara cena y magníficos caldos, me permitió, espero que sin acaparar demasiado el coloquio, dirigirme a él en varias ocasiones, quedando todos muy satisfechos de sus inteligentes y precisas respuestas.
Amando es un hombre de una elevadísima cultura y de una memoria prodigiosa. Esto ya bastaría para ser un privilegio tenerlo enfrente. Pero si además se le une y coincide en él, una gran dotación humana, de enorme calidad, y de saber transmitir lo que piensa y sabe, sin grandes alteraciones ni tremendismos, el resultado es el que fué. Extraordinario.
Claro pues, que el fuego se abrió hablando de gastronomía, término que nos aclaró no le gusta ya que, el comensal refinado no come con el estómago, sino con los sentidos. Nos reveló que el ser humano necesita 50 o más nutrientes para completar su dieta y los animales, a veces solo uno. Que también elegimos el orden por otro tipo de prioridades, que el cerebro necesita más alimento que el cuerpo y también nos habló del ayuno, que era como prohibir por el que mandaba. Una exhibición de poder, y  como no podría haber sido de otra manera, el coloquio se tornó en político, ya que de “prohibido prohibir” se ha pasado a prohibir y regular todo como ostentación de poder, y así, algún comensal ansioso, derivó  muy pronto los temas, a La Crisis y El gobierno. No rechazó el guante Amando, sino que nos deleitó explicando que la crisis es una palabra Griega que significa “decisiones”. Cosa que este gobierno hace fatal. Y que dura, generalmente una generación. Lo que va de media entre padres e hijos, o sea, treinta años. Eso no nos tranquilizó en absoluto, y él aclaró que al menos, de momento, ahora no nos matábamos, y que eso era una ventaja. Pero lo que más trató de inculcarnos es la idea de que cuando se está en crisis, hay que estudiar. Prepararse. Cambiar de asuntos ya que todo cambia, pero dedicarse a estudiar mientras se capea lo mejor que se pueda la crisis. Que nos hemos dado un sistema carísimo de mantener, y que caerá sólo seguramente cuando no se aguante más, aunque se haya llevado a una o dos generaciones por delante.
Concluyó con un canto a la libertad, a la mujer y a la democracia, dejándonos con muy buen sabor, añadido, al anterior deleite de los sentidos. Desde aquí le agradezco su bonhomía y su capacidad, lamentando solamente que hombres como él no rijan los destinos de este país e incluso del mundo en general.                                           
Salud

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