martes, 7 de diciembre de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

AÑORANZA DE MI OTRA TIERRA: VENEZUELA

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Sería imperdonable de mi parte que no recordara en algunos de mis escritos, a nuestra querida Venezuela y sus gentes -también incluyo a mis paisanos, los canarios que viven en ella-. Sin llegar a “mistificarla” y aunque al evocarle llegue a emocionarme. Pues, la verdad aflora en mis palabras, en mi sincera expresión, ya que tantas vivencias entrañables vividas allá y hoy recordarla, -en mi agradecimiento y nostalgias- elevan y ennoblecen a mi humilde persona.

Vaya si tengo que agradecerle: Me dio la esperanza, abrió sus cálidos brazos y curó los delirios de mi corta juventud; me hizo soñar “pisando la tierra” y en ella, también aprendí a sufrir y no pocas veces, también a llorar. Aunque echaba mucho de menos a mi Tenerife, la familia y los amigos, los rincones y las calles de mi Puerto de la Cruz, todo aquello que había dejado atrás, me sentía seguro de mí mismo, como si no estuviera tan lejos y tan solo. Desde el comienzo llegué a identificarme con los pueblos venezolanos que transitaban y con la gente que ocasionalmente trataba. Nunca tuve serios problemas respecto al trato que me dieran; y me gustaba imitarles lo mejor que pudiera para sentirme mejor. Ahí nació el gran cariño que le tengo y la recuerdo con tal ternura, difícilmente explicable.

Me gustaba caminar por sus calles; sentía un placer inmenso, para mí era un mundo nuevo y aleccionador, de sensaciones gratas. Saludaba a las gentes como si de siempre les conociera. Tiene gracia, por ejemplo, los domingos en Caracas, en la Plaza de Bolívar, no me perdía un concierto de música (allá se dice: retreta). Eran a las doce del medio día. Entonces yo vivía en La Pastora (Ceiba a Porvenir, 81), donde tengo familiares paternos, “maravillosas personas” ya han estado aquí. Luego desde allí comenzó la verdadera lucha, cuando decidí buscarme la vida…. Fue Venezuela para mí, como una verdadera escuela y en la escuela se comienza aprendiendo las primeras letras. De todo lo cual siento el más amplio orgullo. Y de hecho, le debo muchísimo a ese país, forjador de hombres. Lo que se aprende con lágrimas jamás se olvida. Desde allí aprendí a amar mucho más a mis padres y hermanos, a mi pueblo y sus gentes; de una manera especial, inspirada en la lealtad y el respeto, en el reconocimiento de los valores humanos… Todo visto desde tan lejos, raya los límites de la cordura y en su pureza acentúa todas las características buenas de alguien o de algo. Desde lejos llegaba a lo más hondo en mis sueños, veía resurgir los encantos de mi tierra y la bondad de mis conciudadanos. Y todo eso detecté  desde allí, caminando junto al caminante venezolano, aprendiendo de ellos cada día cosas nuevas, disfrutando de sus costumbres y sumándome a esa forma y sus modos. Entonces surgía la respuesta por parte de ellos:”Ustedes los canarios son gentes buenas”. Ya lo dijo Bolívar –españoles y canarios- en una de sus proclamas de la Independencia. Siempre nos distinguieron del resto de los ciudadanos de otras latitudes y eso hay que valorarlo en su justa medida. A ese reconocimiento hay que ponerle un precio, ¡nuestra gratitud! hacia esas gentes y sus pueblos. Lo que yo diga aquí, lo ha dicho antes ilustres canarios de a pié y los más eruditos paisanos en numerosas ocasiones a través de los años.

Sólo le pido a Dios que me deje vivir lo suficiente, como para ver a ese hermano país a la altura cívico-económica que realmente se merece. Tengo confianza en que eso ocurrirá y no muy tarde. Tengo fe en los hombres que allá trabajan por el merecido bienestar que les auguro. Un día resurgirá y el mundo entero lo verá, como yo la he visto en mis sueños, hecha una realidad.

De muchacho, a solas, supe lo importante que es la idea que podamos imaginar, o el concepto, del trabajo; y en sí, el respeto hacia los que laboran en el mismo ámbito. Había que hacer las cosas lo mejor posible, condición que me imponía voluntariamente. Sin servilismos, pero sí con sentido de responsabilidad y honestidad. Nunca tuve problemas con los demás. Sentirse uno solo en un país tan grande y con los pocos años de edad que yo tenía, implica seriedad y prudencia en todos los actos a realizar. A medida que aprendía a desenvolverme, iba ganando confianza en mí mismo y a ver más lejos de mi propia nariz, luego comencé a tener nuevas aspiraciones y vi en los libros al mejor guía, pero, por razones obvias, no pudo ser lo que yo deseaba, tuve que dejar los estudios. Y seguí abriéndome camino, que por falta de espacio no voy a detallar. Pienso que alguna vez saldrán a la luz, Dios mediante, mis memorias “Desde Canarias hasta Venezuela”.

Hoy sólo debe recordarle, quienes lo tuviera olvidado, que la tierra de Bolívar fue para Canarias la única esperanza; que le debemos mucho, cuantos emigramos. Tantos y algunos en las peores condiciones, y que lo dejamos todo aquí, por honor a nuestra dignidad y amor a la familia, para que hoy esté presente el fruto de tantos sacrificios, en cada rincón de nuestros pueblos. ¿Cuántos murieron allá sin haberlo conseguido?, también merecen el respeto en el recuerdo y el reconocimiento por el valor que demostraron tener. Murieron pronunciando el nombre de “Canarias”, añorándola… ¡Qué drama tan terrible el que viven tantos y tantos emigrantes compatriotas nuestros! Yo los he visto, algunos de ellos muertos de frío y hambre. Enfermos y tirados por las calles, desorientados, como perros lejos de sus casas… Entonces las cosas estaban muy mal planificadas, actualmente me alegra saber que hay hombres “canarios”, maravillosas gentes, -y conocemos algunos nombres- luchando abnegadamente porque esas lamentables y tristes escenas no se repitan.

En Canarias debemos entender mejor a Venezuela y sus ciudadanos. Debemos leer más sobre la emigración y asumir nuestra responsabilidad y deber. Como hombres agradecidos. Que nadie me diga, por ejemplo, que la moneda venezolana está sumamente empobrecida, que ese país ya no ofrece… Oídme, nadie debe dar nada si no se lucha por ello, porque nadie hace nada si no se le paga de alguna forma. Esas son teorías… Ya sé, que bastante han dado para ellos los emigrantes.

No quiero ser explícito, para no herir susceptibilidades. Recordemos  solamente, cuántas familias aquí en Canarias, comían con los “giros que venían de Venezuela”. Cuántos fabricaron sus hermosas casas, compraron sus fincas, les dieron estudios a sus hijos y cuántas familias se limpiaron las legañas, gracias a la tolerancia y el cariño que nos dio Venezuela. Otros países se han quedado con todo lo que en muchos años en enconada lucha han reunido los emigrantes, Venezuela no. Ellos no se alegraban de nuestra pobreza, por el contrario, nos dieron la única oportunidad que podíamos gozar, la que nadie más nos dio. Y hoy somos, algo mejor visto que en aquellos ruinosos tiempos, pésele a quien le pese, sin querer herir a nadie. Todos los hogares tenían algún familiar en Venezuela, mis padres me tenían a mi… Y todos queríamos mucho a ese gran país. No olvidemos nunca aquellos tristes momentos, que sirvan en el recuerdo, para que no se repitan nuevamente y sigamos demostrando a nuestro hermano país que estamos con ellos, en los mejores y en los peores momentos.

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