lunes, 17 de enero de 2011

ARCHPIÉLAGO GULAG,

TÚNEZ, VARGAS LLOSA, FOLLET

ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez
El pueblo dijo basta. Lo que había no gustaba. Tampoco el futuro. Mientras los turistas disfrutan del país, el pueblo, o sea, la gente que trabaja, come, vive (relativo) y muere (en vida) dijo basta. La familia todopoderosa se lo llevaba crudo. Había que aprender a respirar. Cárceles llenas, turistas en playas, también en Cartago haciendo historia. Fotito para el álbum familiar. Y en Europa (los suecos) haciendo negocio con el sátrapa. La democracia puede esperar. Túnez es pequeño en el Magreb. Más pequeño en el mundo. Ridículo. Pero los árabes han tomado nota. Cuidado con el despertar. Ya despertó China (y así nos va). La democracia del siglo XXI es así de fornicadora. Europa se desangra y Paul Krugman  ilumina el camino para que nuestro euro, aliado de la dictadura tunecina, no se colapse. Ahora esperamos respuesta en Egipto, Argelia, Jordania, Arabia Saudí, Marruecos (al lado del PP y PSOE). La democracia está de parto. ¿Otro aborto?
Y Mario Vargas Llosa hace historia. Primero reconoce que se alimenta de Fernando Savater para recordarnos que el rollo Wekileaks “no trata de combatir una mentira, sino de satisfacer una curiosidad morbosa de la civilización del espectáculo”. Y al tal Assange lo despacha como un “exitoso animador”. Bien. Y qué bueno lo de “imbecilización social”. Más: “Este libertinaje es posible sólo en las sociedades abiertas, no en las que están sometidas a un control policíaco vertical que sanciona con ferocidad todo intento de violentar la censura. No es casual que los 250.000 documentos confidenciales que Wikileaks ha obtenido procedan de infidentes de los Estados Unidos y no de Rusia ni de China. Aunque las intenciones del señor Julian Assange respondan, como se ha dicho, al sueño utópico y anarquista de la transparencia total, a donde pueden conducir más bien sus operaciones para poner fin al "secreto" es a que, en las sociedades abiertas, surjan corrientes de opinión que, con el argumento de defender la indispensable confidencialidad en el seno de los Estados, propongan frenos y limitaciones a uno de los derechos más importantes de la vida democrática: el de la libre expresión y la crítica”. El sapientísimo lector lo lee en El País del domingo 16 de enero.
Y leída “La caída de los gigantes” de Ken Follet, basta con un respiro de alivio para poner el punto y final. Con “Los pilares de la tierra” me estremecí. Entro en “Un mundo sin fin”. Uf.

No hay comentarios:

Publicar un comentario