sábado, 1 de enero de 2011

TURISMO Y OTROS,

HABLEMOS DE ECONOMIA.  Negocios.
ARTÍCULO DE: Lorenzo Soriano
Como quiera que la búsqueda de un empleo y por ende de un salario, esta capidisminuida y cada vez es más precario y temporal el empleo que se puede alcanzar, sugiero que vayan empezando o continuando en pensar en autoempleo o en hacerse mini-empresario. Los de la famosas PYMES. Eso sí. No dejen que les incluyan en módulos. Estos han conseguido cerrar la mayoría de los negocios ya que si el módulo servía para una facturación concreta y era asequible, cuando se ha bajado a menos de la mitad los ingresos y los módulos no se ajustan de inmediato, la fiscalidad se duplica o triplica y asfixia a la empresa. Y si no puede pagar se la embarga sin compasión o inteligencia. Los empresarios tienen pánico a contratar, ya que si bien necesitan empleados para conseguir los objetivos empresariales, los costos laborales, las cuotas a la SS, los festivos, el absentismo, la baja productividad, la burocracia, la normativa incumplible, las tasas incontroladas, los costos de la energía, los transportes, y el costo de la vida en general, hacen imposible la supervivencia de las empresas. Los empresarios que soportan todo eso no pudiendo trasladarlo al precio, no pueden además pagar el impuesto o modulo, con el criterio del devengo y con los adelantos de beneficios de ejercicios anteriores. El devengo sobre todo, es un criterio asfixiante, ya que el facturar no es cobrar, y el adelanto en épocas de crisis revienta la liquidez de las empresas por algo que seguramente no ocurrirá, la obtención de beneficios. Ya luego, quizás, devolverán años después, pero si la empresa ya cerró no les reclamará y si no tiene ya cuenta bancaria, no se devuelve sin un farragoso trámite. Así pues. Las empresas, que después de este slalom, debe de atender al impuesto de sociedades, a la estimación directa o la sentencia de los módulos, suelen quedar exhaustas para reinvertir, contratar, expandirse o mejorar instalaciones, tecnologías etc. Las Administraciones, se lo llevan todo.
Un negocio no necesita necesariamente de una inversión, al menos de una grande. Una industria sí. La inversión en los negocios es relativamente pequeña, requiere más inteligencia, aunque lo podríamos llamar “avispamiento”, ímpetu, ser emprendedor, aportar novedad, buena actitud y trabajo muy duro. Ganarse la confianza de una clientela y muchas horas. Olvidarse de horarios, vacaciones o  prebendas.  Hay que estar muy motivado y la necesidad es una excelente motivación. Porque aquí se acaban los “derechos”, cuando uno trabaja para sí, los derechos son de todos los demás, no los propios. Pero un negocio siempre es rentable. Si no lo es, es porque algo ha fallado en el planteamiento.  O que es arteramente difícil tener espíritu empresarial, que es la primera premisa. La voluntad y el esfuerzo de querer ser un “empleado” por cuenta propia.  El administrar el tiempo del que uno dispone sin horarios concretos, salvo las citas concertadas. Saber comprar, saber vender, saber cobrar y controlar los costos con dimensión controlada, haciendo uno casi todo, desde la limpieza hasta la Dirección general al menos al principio. Saber utilizar los medios de comunicación, teléfono-imprescindible-, e mail, Skype, etc.  Hay que subir desde abajo, echarle valor, horas, negociar-discutir- con los proveedores y vender con alegría, pero sobre todo cobrar con elegancia.                
Si se tienen empleados o colaboradores, obtener un buen ambiente. “mi empleado, mi mejor cliente”, y motivarlos sin presiones. Luego, gastarse solo lo de uno, no o de los proveedores, lo de hacienda o lo  de los colaboradores si los hubiese, y dejar para uno, solamente el 10% de los beneficios, y aguantar hasta que cunda el dinero, pose y empape, y se pueda disponer.                  
Nunca antes de ganarlo y, repito, saber lo que es de uno y lo que no, es esencial.                                  
Si el negocio falla, es porque se ha sobredimensionado, se ha elegido mal la situación , la decoración o a la clientela a quien se dirige, el caladero, o se ha atendido mal a los clientes por defecto o por mascar más de lo que se puede tragar. O  se ha derrochado, se ha comprado mal o se ha vendido y cobrado peor. O se han calculado mal los costos, los precios y los anexos. Por último hay que ver si el sistema, las Administraciones, las leyes fiscales o laborales en vigor, hacen posible el negocio. Puede parecer una perogrullada, pero hay negocios o sectores o en general Regiones o Países, que las Leyes que imponen los recaudadores o reguladores, los hacen inviables, pero de esto hablaremos en otra entrega. Estas, una a una, o todas juntas a la vez, son causas de fracaso. Pero también si se ha utilizado mal el origen y sobre todo la aplicación de los fondos.  El importe del alquiler o compra del local, la selección de los productos a vender o transformar, negociar los precios, vender con simpatía, generar confianza, dar garantías y pedirlas a su vez a los proveedores, tener intuición y trabajar como los asiáticos, abriendo siempre y peleando mucho. Teniéndolo todo limpio y ordenado e inventar mejoras, servicios, descuentos, fidelizaciones etc. Cada vez que se falla en el tamaño, en el producto, en el precio o en el cobro, ponemos en peligro el negocio, nuestra manera de ganarnos la vida y la de nuestros colaboradores. Hay que ser “duro”. Honesto, pero duro.
Pero esto es lo normal, y creerse que lo de ser empresario es un paseo por la playa, no se sostiene en ningún caso, ya que el que yerra, cae. Claro que estamos hablando de empresarios normales, como somos la inmensa mayoría. No podemos clasificar a los que son corruptos e impunes, a los que defraudan, por muy nefastas que sean las Leyes de los gobernantes, a los que pululan alrededor del poder y son los instrumentos de la corrupción institucional. Son los menos pero los que se llevan la “gran tajada”. Al final suelen acabar mal, y sus “socios” irse de rositas. Hay más profesionales descastados que empresarios ladrones, y lo mismo ocurre cuando se les compara con los políticos. Así que ánimo y a emprender. 
Reflexionen.

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