martes, 8 de marzo de 2011

ART. DE UN PORTUENSE,

LA VIDA TALISMÁN DE LA CREACIÓN

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros
Tenemos que abrazar la vida, porque no sabemos cuándo se nos escapa... Es un pensamiento que nos invita a la reflexión. Cada segundo que vivimos es una Gracia que recibimos del Señor  y con firme creencia debemos agradecer la voluntad infinitamente buena del Creador...
La vida es algo increíblemente serio, la suerte nuestra es que sabemos, desde cuando tenemos uso de razón y por indicación de la misma evidencia, que no es eterna, al menos aquí, que hemos nacido para abandonar un día este bien que hemos disfrutado, siéndonos permitido el poder de no alejarnos nunca de esa verdad. No todos los momentos habrán sido gratos, y bien es cierto, que han habido, y son los que más, instantes que compensaron amarguras y tristezas, mil desatinos, y de alguna manera con creces.
Tampoco el hombre ha exigido tanto bien como hayamos recibido, que ha sido, sin lugar a dudas, las sorpresas gratificantes muchas veces inmerecidas y que han valido para seguir reflexionando sobre la importancia de respetarnos a nosotros mismos cuidando la proyección futura de nuestro destino. Dicho de otra forma, acondicionando esa dimensión para el momento preciso, cuando seamos requeridos. Señalada para orientar el futuro de nuestra suerte espiritual y llegar a donde nos toque ir. La vida merece eso, y mucho más, ante todo una interpretación justa, amplia y sincera; entender el verdadero significado y las consecuencias de nuestras actitudes cotidianas, dar un margen de credibilidad y sensatez de nuestra parte, aceptar el concepto de paz espiritual en nosotros mismos, atendiendo de igual modo las necesidades de nuestros prójimos dándonos a ellos con amor entero, sin recortes egoístas y abundando en la conmiseración y la entrega. Nuestra vida gana con ello la satisfacción personal viendo a nuestro alrededor esa luz divinizada en la contemplación de lo creado, de la caridad y la esperanza contagiada sin usura en la abundancia de la comprensión, y si es necesario, también del sacrificio.
Tras el espeso follaje en el campo resplandecen las aguas quietas del embalse, con su inquieta danza de rítmicos vaivenes inspirados del soplo constante de la suave brisa que nos acompaña y que con la luz solar despierta esa inquietud llena de armónicos gestos del agua transparente como el limpio cristal de un sueño angelical e ilusionado... El carrizal también duerme su sueño de distantes evocaciones, de alejados devaneos y participa de la danza. Sobre la hierba recostado de cara al sol, siento la influencia del tiempo que va pasando, lo siento que me roza la piel, como la brisa en su dulce caricia de constantes sensaciones que en mí despiertan el deseo de participar plenamente de esa vida que se nos va de las manos hasta el momento de la enajenación total. Recreo mi vista viendo el paraje, y lo abrazo con voraces ansias e inusitado interés. Con la mirada quisiera beberlo todo de un solo sorbo y tenerlo para mí siempre, sentir esa música del encanto que me influye solemnemente y oírla siempre dentro de mí, abrazándome, sintiéndome como se siente el carrizal que no se mueve del lugar porque se siente a gusto entre tanta belleza y soledad, entre los bellos destellos que el sol refleja sobre las aguas y esa brisa que le besa armoniosamente con cadencias sublimes como la música en mis sueños y la evocación de siempre... Edén de mis rosas, santuario de mis soledades, sombras y amaneceres trenzados  y sentir  sobresaltos al final de la huida ilusionada, de la partida...Con el libro en la mano aún abierto, viendo al sol desperté, con el sudor del miedo en todo el cuerpo y el corazón agitado por el sufrimiento; en verdad no deseaba partir así, sin llevar equipaje o algún encargo. Llegado el momento me gustaría  morir despierto y ver todo el trayecto iluminado, sentir el reboso de mi entusiasmo y dialogar con la soledad, mientras vaya deshojando  cada una de las flores que halle en el camino y alfombrarlo todo con sus pétalos, dejar mis sueños  acomodados en su espesura, envueltos en los distintos aromas y sus suaves pieles húmedas aún del rocío y la última tempestad del callado llanto de mis evocaciones. Sentir la voz anunciada, la paz de la esperanza, vista al frente buscando en otros horizontes distintos la dulce presencia tantas veces soñada... Ir rozando la alegre cascada de tantos susurros y jadeos, de esos ayees salidos desde adentro untando los labios de la carne. El murmullo de las aguas por sus causes jugando mientras corren, llevando en sus regazos las flores juntas y deshojadas de nuestras ilusiones y oír los ecos recortados de tantas sinfonías que se van perdiendo allá, en el ocaso de nuestras vidas, que hoy languidecen entre sollozos, quedando sin el aliento de las brisas ni el calor del lejano astro que no alcanzamos con nuestras manos... Abandonados en el camino señalado por nuestros destinos, hacia un jardín distinto, intuido, imaginado. El Edén de las rosas, de los lirios. El lago inmenso, sin límites ni distancias de otros sueños, de otros amaneceres, ¡quién sabe si más risueños! Pero vamos ilusionados dejando la vida atrás, eso que hemos consumido "cada instante" sin haberlo calculado, sin tomar el pulso maravilloso de sus encantos naturales, de sus brisas y sus costas, de sus altas montañas... Sin darle el valor intrínseco de esa suerte de haber vivido, de haber soñado, y el consuelo del llanto y la emoción de la risa. Haber experimentado la sensación del miedo hasta el final de esos escasos días que nos queden y que se nos irán para siempre. 

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