lunes, 1 de noviembre de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

NUESTRA ÚLTIMA MORADA TERRENAL

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Estuve de paso en el cementerio San Carlos del Puerto de la Cruz, para acompañar a una antigua amiga en los instantes de su sepultura. ¡Qué frío suena!, ¿verdad? Ella fue una mujer encantadora, también lo dicen todos aquellas personas que tuvieron la dicha de haberla tratado en vida. Al enterarme de su triste óbito, no dudé en ir a darle el último adiós, e inevitablemente, recordar aquellos tiempos pasados, cuando todos los jóvenes de entonces éramos amigos y sin reparar en clases sociales ni acopios económicos. Porque podemos decirlo con todo orgullo, que aquel romántico Puerto de la Cruz, eminentemente marinero y comercial, no perdía el tiempo buscando diferencias ni enfrentándose a ellas. Claro que las hubo, pero cada uno con los suyos y Dios misericordioso con todos. Me imagino que aún quedarán personas que no comparten mi deferencia. Están en su derecho, aunque no comparta con ellos, cuando sabemos quiénes somos y que hemos sabido, con dignidad, asumir esas viejas diferencias hasta integrarnos, sin perjuicios, a la evidencia social. La vida ha evolucionado considerablemente, aunque a veces tengamos que mirar hacia el otro lado. Todo ha ido cambiando, la lástima  es que se están perdiendo tantos valores indispensables para la mejor convivencia. Lo mejor que hubo entonces se lo quieren cargar... En verdad quedan pocos valores, así pues, una Sociedad sin aquellos fuertes pilares morales, se nos va abajo... Entonces, ¿qué va a ser de nosotros, de nuestros hijos y los hijos de estos? Es la difícil y triste incógnita que más acosa a nuestra Sociedad. Tal y como andan las cosas, difícilmente saldremos adelante.

Fueron otras generaciones, de las que aún quedamos algunos, quienes recordamos aquellos episodios vividos y que podemos testimoniarlos con veraz razón de causa. Allí, en el Campo Santo, están y estarán para siempre los restos mortales de la mayor parte de aquellos honrados protagonistas, familiares, amigos y conocidos nuestros... El recuerdo de cada uno de ellos ha conseguido emocionarme y a la vez me han deparado el consuelo de saber que alguna vez, también a mí me tocará estar con ellos. Y no me desagrada el lugar, e incluso, con alguno de los presentes, hice comentarios acerca de la paz que reina en ese hermoso lugar... Cada cual en su sitio, solo o con los suyos y Dios con todos ellos, acompañándoles siempre en ese pequeño mundo de exquisitas soledades. Tan cerca del mar y tan lejos del mundano ruido que a veces molesta y aturde, confunde y distrae al hombre que sin querer olvida que estamos de paso y que el equipaje, cuando tengamos que partir, ha de ser súper liviano. Que de nada van a valer los tesoros materiales acumulados, esos son para los repartos... Allí reposa sólo la materia del hombre, sus miserias o despojos, pero es un consuelo evidente palpar sus huellas y alguna vez poder acompañarles. El alma habrá volado al expirar por última vez, con todos los valores espirituales que cada cual aporte como bagaje personal.

El lugar es precioso, tanto que hasta dan ganas de ir a visitarlo con más frecuencia y bajo los lindos árboles y palmeras, celosamente cuidados, pasear, meditar reflexivamente, distraer la mente en ese incomparable silencio. Ese acogedor lugar, para mí, personalmente, es ideal para soñar despierto la realidad de esta vida y hacer de los sueños un motivo excepcional de autocomplacencia reflexiva.

Siendo así, porqué las gentes siente tanto miedo a morir –miedo o egoísmo- si allí en nuestro cementerio, nada ni nadie va a turbar nuestra ansiada paz... Vamos a estar, cada uno en su sitio y todos compartiremos el eco de las olas de la playa, los armónicos cantos de las aves, la brisa cuando acaricia los nostálgicos cipreses del lugar y el callado rezo de aquellos que vendrán a darnos sus plegarias de alientos entrecortados por la emoción...

Una señora desconocida, entrando en el Cementerio, con un modesto ramo de flores, al verme con una cámara fotográfica en mi mano cuando buscaba una perspectiva idónea, se me acercó y con cierta melancolía me dijo que debieran tomar ejemplo... Que hay pocos cementerios en Canarias, tan bonito como el nuestro. Y en eso estuvimos de acuerdo. Dijo más, pero no quiero entrar en especulaciones gratuitas. Lo que sí, no me voy a callar, es que las cosas bien hechas, bien planificadas, etc., necesitan una lógica continuidad. Necesitan, luego, un mantenimiento adecuado y conservador. Hay que conservar la imagen, eso no se consigue habiendo por doquiera, escobas, cepillos, cubos de plástico, botellas para cargar el agua. Todo en desorden por los pasillos, como si estuviéramos en pleno zafarrancho. Flores secas o marchitas desde quién sabe cuándo. Nichos y lozas sucias de tierra... Bueno, si voy a poner en este escrito todas las faltas no acabo. Sí, ya sé, no es una plaza pública. Y que, con un sólo hombre trabajando, es imposible  remediar las muchas deficiencias. ¿Cómo están los servicios higiénicos? Cruces rotas, nichos abandonados desde hace muchos años, ladrillos sueltos, etc. Para ir a visitar a los seres queridos, hay que pisar sobre los espacios privados, donde se supone deben ser respetados. Miren, ¿saben cómo es la cosa? Hay que poner más personal. Hacer un Bando Municipal y mandarlo a cada propietario o responsable de los respectivos espacios privados y decirles que en determinado plazo de tiempo, debe estar aseada la propiedad referida y delimitada. Los que incumplan, que reciban la respectiva nota de los gastos ocasionados para que pasen a pagarla al mismo Ayuntamiento, so pena de la consiguiente multa y los recargos, al responsable del Área correspondiente. Sí, hay que responsabilizarse adecuadamente y no dejar para mañana los que deben hacer hoy. Asimismo, felicitarle, señor concejal, por lo hermoso que está nuestro querido cementerio, a pasar de aquellas pequeñas diferencias. No olvidemos que es la casa de todos, ahí no valen disculpas.

Siempre con lo mismo, ya sé que no hay dinero... pero eso no es una excusa válida para cruzarse de brazos y dormir sobre los laureles... Mas personal, obligar a los propietarios; y ser un poco más generosos  aquellos que administran nuestros dineritos...

Tenía que acabar así, diciendo lo que todos callan. Si queremos buenos resultados y conservar lo que tenemos, que es de todos por igual, manos a la obra.

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