martes, 1 de marzo de 2011

ART. DE UN PORTUENSE,

VENEZUELA A TRAVÉS DE SU MÚSICA TROPICAL

 ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Mientras oigo un compact cassette con música venezolana de Aldemaro Romero siento la sensación de hallarme, trasladado… en mi querida Venezuela. Después de haber sentido un poderoso deseo de estar allá y compartir  con tanta gente conocida, vecinos, amigos de antaño, compañeros de trabajos, los que aún viven y los que no, los seguiré recordando con el mismo afecto, busque la música esa que tanto me apasiona.

 La música siempre puede más que mi propia voluntad, me veo reviviendo todos aquellos ratos, malos y buenos, queriendo beberme siempre todo el aire que ahí se respira con suaves aromas tropicales; y de cuando en cuando, oyendo esos sensibles sones musicales que hasta contagian, ese embrujo poético que enamora…

 Aunque hayan pasado muchos años, desde la última vez que estuve ahí, no se han deformado los conceptos, las ideas, ni los sentimientos. Tal vez los haya idealizado en algún momento, o viviera creyendo que por aquel encantador lugar el tiempo no haya pasado y todo siga igual como lo dejé; y las mismas gentes aquellas que tanto me apreciaban, aún sigan esperándome.

 En la diversidad de las oportunidades, entre los múltiples y diferentes momentos, existe una razonable confusión… Fueron tantos los episodios que viví, que es válido los conserve desordenadamente. Da igual el orden, lo importante es que los recuerdos son eternamente perecederos.

 La Venezuela de antaño, bueno, la que yo conocí y en la que viví varios años, era muy plural, había de todo y sabiendo llevar el tema, podías elegir por dónde ir.. Debo añadir, que soy conciente, de que hoy día, no se piensa igual que ayer, siendo yo un muchacho. Cuando se es joven todo resulta distinto, admitan que diga más bonito. Y los trabajos no cansan tanto. Lo que sí es muy curioso y singular, es que, aún teniendo tan avanzada la edad, nos siga gustando y nos deleite tanto, toda aquella música criolla de antaño, todo lo que nos recuerde a aquella Venezuela, sus costumbres y hasta ese aire que allá respiran; como si desde aquí lo estuviera inhalando en todo momento. Al recordar es como si estuviera allí.

 Tampoco son de rosas todos los caminos y me los imagino cómo serán ahora con todo tan cambiado y la tirantez política que existe. En esas condiciones, por lo menos en lo que a mí respecta, no me apetece ir. ¡Que va! Prefiero viajar con la mente suelta, despreocupada, que mi espíritu aventurero disfrute.

 Ya están próximas las fiestas navideñas, desde el mes de octubre, en todo el país se oyen las “gaitas zulianas”  es como decir en Canarias “los divinos, los villancicos” claro que ellos con sus propios aires navideños. Digo gaitas zulianas porque son propias del Estado Zulia y se extienden de forma alegre y la euforia navideña por todo el país, pero con efusión. En cada negocio, cada casa particular, etc., sólo se oye esa emotiva música y cualquier otra melodía venezolana y del resto del sur de América. Y por supuesto, las gozan las taxis y demás carros de pasajeros y particulares.

El principal regalo de Navidad, aguinaldos, entre familiares, amigos y compañeros de trabajo, viene a ser, casi siempre, un disco de música criolla, ahora se ha cambiado por el CD, con las mejores Gaitas que luego van a oír esos días tan señalados y tradicionales. No sé cómo será este año, si peores o mejores; de todas formas, el venezolano en esas especiales fechas se acomoda a las circunstancias y las familias se respetan sobre todas las cosas. Desde el punto de vista político, siempre hay una razonable tregua de las tenciones ideológicas. Y desde el punto de vista económico, de acuerdo a las posibilidades de cada uno, esos días son salvables, el Niño Dios les da suficiente capacidad intelectual como para entender las distintas situaciones que se viven.

Las casas se adornan para el baile, la despensa se surte como se pueda y el budare espera para recibir y cocinar las ricas arepas y las perolas para las hallacas… Luego viene todo lo demás, el ponche crema y el pan de jamón… Bueno, mejor no sigo.

Les puedo comentar que en Venezuela viví muchas Navidades, desde los años 52 y sin ánimo de herir, indiscutiblemente, son más alegres que las nuestras, más bullangueras y tolerantes. Las nuestras son más protocolarias, sujetas a un orden estrictamente rígido. Simplificando. Es sentarse, comer mucho y de todo -los que tengan con qué-, hablar hasta por los codos y luego a ver la Televisión. Quisiera en este momento tener a mi lado a alguien de Venezuela, para que me ayude, por si me quedo corto enumerando los actos que se celebran en la intimidad familiar, o también en la calle...

Cuando yo vivía allá, uno podía estar en la calle hasta muy entrada la noche y si íbamos en grupos, hasta amanecíamos. Solíamos ir a la Iglesia, a darle las gracias al Niño Jesús y a pedir por las familias, también a patinar, a la Avenida San Martín, en Caracas, se concentraban miles de jóvenes de ambos sexos y oíamos música y flirteábamos un poco…. Hoy no puede ser así, es muy lamentable.

Aquí no nos dejan salir de casa después de la cena, jóvenes y viejos, no se fían de nosotros. Nos dicen: ¿A dónde vas, ya no comiste y bebiste lo que quisiste? Es una broma. Lo que pasa es, que las gentes de aquí somos más comedidos. Además, hay que ayudar a recoger la mesa…

Lo cierto es que, cada año echo de menos las hallacas venezolanas y salgo y las busco, hay algunas familias que las hacen y son sabrosísimas, claro que nunca son como las que comía allá, no sé por qué. Debe ser que el ambiente acompaña mucho.

Bueno, pues, mis felicitaciones anticipadas para toda Venezuela, que pronto nos podamos vernos nuevamente, ¡Feliz Navidad, hermanos!

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