viernes, 4 de febrero de 2011

VILLEROS ILUSTRES,

ARTÍCULO DE: Bruno Juan Álvarez Abréu
MARÍA ESTHER MARTÍN BETHENCOURT, LA OROTAVENSE VICTIMA DE LA TRAGEDIA DEL EX CONVENTO DE GRANADILLA
La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.
Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía;
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.
De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perdello;
mas no de veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.
GARCILASO DE LA VEGA
María Esther tenía doces años cuando nos dejó para siempre en el trágico suceso del ex convento de Granadilla, el día 3 de febrero de 1963, vivía allí con sus padres, pues su progenitor trabajaba en la Agencia Auto Escuela Casanova. Era de la misma edad mía, recuerdo que cuando bajé a mi casa desde el colegio de San Fernando ubicado en la calle de San Francisco, donde estudiaba segundo de bachillerato libre con su director don Fernando Álvarez Arbelo, me encuentro con el entierro de Esther, al que le acompañaba casi media Orotava, por la calle El Calvario hacía la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, su ataúd que contenía su cuerpo era color blanco, y fue tanto la emoción que sufrí, decidiéndome acompañar hasta su última morada.
Conocía la trágica noticia, en casa de mis padres, ese día solo se oía esas noticias trágicas que los entonces medios de comunicación ofrecían a través de la prensa y la radio. Un mes después cuando bajaba del citado colegio por la calle de San Agustín de la Orotava, frente a la casa de los herederos de don Luís Benítez de Lugo, fui atropellado por un vehiculo marca FORD entonces propiedad de la Imprenta de Herreros, lo que me produjo unas lesiones en mis dos piernas, no pudiendo terminar el segundo curso de bachillerato que lo hacía libre en el Instituto de San Agustín de la Laguna, lo que me obligó a repetir el curso, esta vez en el colegio de San Isidro de los Salesianos.
El Cronista oficial de Granadilla de Abona y Arico, don Emiliano Guillén Rodríguez, publica en LA PRENSA del pasado sábado 31 de enero del 2009, la tragedia de ex el convento chasnero que reproduzco en mi sección de TERTULIA VILLERA: El domingo día 3 de febrero de 1963, hacia las 14 horas y 35 minutos de la tarde, el pueblo de Granadilla sufre la peor catástrofe de su historia local, no sólo por el abultado número de víctimas, sino también por las cir­cunstancias en que perecieron. Unos, los menos, como consecuencia del propio derrumbe. Varios dejaron sus vidas ya auxiliados en las ambulancias. Otros, la mayoría, fallecieron pisoteados y asfixiados por la avalancha humana presa de la confusión y el pánico general. Los hubo que no pudieron soportar con sus brazos el bru­tal empuje y murieron perforados por los manillares de las bicicletas estacionadas en el rellano junto a la esca­lera, tras el pesado portalón. Algunos otros se desplomaron en plena calle porque sus corazones no alcanza­ron a resistir semejante nivel de horror. En total 24 muertes entre hombres, mujeres y niños y más de un centenar de heridos fue el trágico balance resultante tras el desplome, en parte, del corredor superior derecho del ex­convento franciscano de la Villa, entonces Casa Consistorial y Juzgado de Partido. En esta onomástica guár­dese justa memoria de todos ellos. En ese fatídico día en las viejas ins­talaciones del ex-cuartel de San Francisco, se había concentrado un estimable número de personas con la finalidad de obtener su Carné de Identidad, porque hasta el Municipio se había trasladado un equipo del Ministerio del Inte­rior dispuesto a expedir el señalado docu­mento, de modo que los sureños no tuviesen que desplazarse para cumplir con esta obli­gatoria gestión. En aquella hora llovía y gra­nizaba copiosamente. Muchos transeúntes se refugiaban en el local. Se estima en unas 1.300 personas las que se encontraban en el interior del ya longevo caserón en el momento en que cede parte del corredor supe­rior del claustro, precisamente donde se halla­ban instaladas las mesas de expedición. El estruendo de los materiales y personas que caían al patio interior sobre los congregados desató entre los presentes una situación de incertidumbre y pánico general que degeneró en tragedia, produciéndose, por esta causa, tan elevado número de víctimas. La mayo­ría de ellas murieron por asfixia y aplasta­miento en tomo al descansillo de la escalera que daba acceso a la calle. La situación se complica aún más cuando la puerta de salida se cerró por razón de la presión humana. El guardia municipal, don Carlos Rodríguez, en un desesperado esfuerzo, logra en reabrir una de las hojas de aquella mole de madera. Por el hueco fueron saliendo en anárquico tropel cuantos pudieron. Los heridos superaron el centenar. Los muertos, 24, cuentan que ini­cialmente quedaron esparcidos por la calle como despojos de un severo bombardeo. Pronto fueron depositados en locales de amplia cabida para reconocimiento de los familiares.
Conocida la terrible noticia, con rapidez se activa un dispositivo de ayuda y se pone en marcha hacia La Granadilla: ambulancias, Cruz Roja, Guardia Civil, equipos médicos y voluntarios parten de Santa Cruz, La Laguna y otros lugares para asistir a los dam­nificados y trasladar a distintos centros sani­tarios a todos los heridos. El pueblo grana­dillero colabora ofreciendo sus casas, cocinas, mantas, calor humano y todo cuanto dispone. Las avionetas del Aeroclub de Tenerife de inmediato tratan de partici­par, pero la adversidad climática reinante les impide volar. Un avión de la compañía Tassa ­pilotado por don Constantino Lorenzo Rubio toma tierra en el Aeródromo del Médano (Aeródromo Tomás Zerolo, que ya estaba ­inaugurado oficialmente desde septiembre del año anterior) con el médico del aero­puerto para trasladar heridos graves. Previo atendimiento en el propio campo de aviación ­se distribuyeron por los hospitales. En la organización para una evacuación bien pla­nificada participan miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado y Policías Munici­pales de Santa Cruz al mando del Sr. Don Francisco Romero Cabrera y de la propia ­localidad. Fueron horas grises, oscuras y de intenso dolor para Granadilla y para todo el ­pueblo canario.

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