viernes, 4 de marzo de 2011

ART. DE UN PORTUENSE,

UN DÍA GRIS Y LLUVIOSO
ARTÍCULO DE: Celestino González Herreos
 Hoy es uno de esos días grises que nos contagian y nos deprimen un tanto… Que nos obligan a recogernos y a estar quietos, viendo caer la lluvia; y sin poder evitarlo nos trasladamos lejos, la mente vuela, rompe las barreras del silencio y bajo la lluvia atravesamos todos los umbrales de la imaginación…
Estos son los días que nos obligan a reflexionar seriamente, a pensar en lo que somos y lo que fuimos. Cuando éramos jóvenes y desplegábamos nuestras doradas alas que lo cubrían todo y volar era el mayor de los placeres. Dominábamos todo cuanto estaba a nuestro alcance y alcanzábamos con la imaginación cuantas apetencias surgieran. Nuestras alas eran inagotables, ¡cómo se agitaban en el aire! La vida toda estaba a nuestros pies, abajo, en la hondonada de nuestros sueños. Recuerdo aquellas danzas acrobáticas en el espacio etéreo, cuando nos encontrábamos nos saludábamos haciendo piruetas en el aire como lo pájaros. Y repetíamos aquellos juegos interminables hasta perdernos en la inmensidad del Cosmos sin decirnos adiós, sólo hasta siempre.
Nuestras alas, batiéndose en el aire eran como brazos abiertos que lo apetecían todo… Hoy, al cabo de los años, un día así, gris y lluvioso, aunque quisiera no puedo, mis alas ya están torpes, apenas pueden abrirse y sólo me queda el consuelo de ver a través de los cristales de la ventana, allá afuera, y contemplar la lluvia cayendo… Mas, reflexivo pienso en aquellos invidentes sin alas para volar… Yo al menos, hasta hoy, conservo la vista y la mente, dos preciados tesoros de incalculable valor y  aún puedo soñar despierto. Ver a través de la ventana discurrir la vida y las gentes que se mueven de un lugar a otro; y los niños jugando.
En la placita reunidos los viejos chismorreando y contando mentiras a sus compañeros, narrando las falsas aventuras de la juventud perdida, creyéndose sus propios cuentos, mentiras piadosas para captar la atención de sus acompañantes. Otros en silencio mirando al suelo, concentrados en sus propios recuerdos llenos de añoranzas y desconsuelos. Y entre ellos, un invidente que apenas se mueve…

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