miércoles, 15 de diciembre de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

   INVISIBLE SILUETA DE LA NADA

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

¿Qué buscará uno, a veces, en la lejanía? Porqué se nos va la mente y la mirada, en el silencio de la soledad hacia ese infinito y andamos buscando, obsesivamente, hasta el confín de nuestras cavilaciones... Sondeando las sombras y más allá de la misma contemplación, nos perdemos entre ellas con las alas mágicas de la imaginación. Sin saber, muchas veces, lo que en realidad buscamos o si lo estamos buscando todo, en el fantástico edén de nuestros sueños. Entonces, las palabras huelgan en esos sublimes instantes; sobra el gesto, es la mente  quien vaga por el onírico cause de lo inmaterial. Lo que buscamos no tiene nombre ni forma, es un sentimiento perdido allá en el estático paraje de la ausencia. Cuán lejos deben ir los caminos porque alcanzarlos casi no podemos y cuál debe ser la insistencia de la fuerza que  nos arrastra por esas sendas ansiadas de lo desconocido.

Ni el aire frío siento cuando golpea los cristales de mi ventana, llega mudo como un aliento expirado ha tiempo en aquella dimensión, donde habrán sueños que no acaban de realizarse, sueños sin auroras ni dulces despertares...

Atraído por esa inalterable distancia, tomé pluma y papel, y en el busqué descifrar en ese embrujo quimérico, algún resquicio de algo privado con presencia delatora, envuelto en sedas difuminadas y esparcidas en el etéreo eclipsamiento. Y al cabo del tiempo, reflexionando en el perpetuo silencio, en el conticinio de la noche, sentí entonces la aflicción propia que se siente al hallarse uno preso en un enorme vacío, un agujero abismal de crueles soledades; y no conseguí las palabras adecuadas para desvelar dichos misterios. También yo me quedé sin palabras, con la mirada alelada; y todo seguía igual, envuelto en un dramático silencio.

Contrito bajé la mirada y cerré los ojos, pensando en nada, también callado cómplice del propio sigilo... El silencio me había contagiado. Allá, donde las largas ausencias, se fueron mis débiles fuerzas, quedando petrificadas en la tétrica pared del más distante confín; y me siento aún más solo sin mis palabras, para transmitirlas con mi humilde instinto sobre el triste papel. Sin percibir un gesto amado, una voz... Siquiera, oír una queja después de tanto vagar en busca de alguna sutil sinfonía que me recuerde las horas pasadas, los momentos vividos; hoy presentes en el recuerdo al evocarlos. Quiméricas vivencias de un pasado que se fue y con él la lozanía de aquella juventud que prometía ser infinitamente larga. Las cálidas sonrisas... Parajes que me devuelvan las ansias de seguir buscando en ese profundo sueño que vivimos, entre flores sin aromas y sin escuchar el suave canto del agua de las cristalinas fuente, sin percibir la cadencia de su paso cuando emanan sin sonreírle a la vida. En ese olvido que, desde mi vetusta ventana, ya veo eclipsarse y que mis cansados ojos casi no alcanzan a verles, sólo intuyo la silueta invisible de la nada.

¡Si se prendieran las luces del alba y del sueño, si despertara! Oiría el suave eco de aquella vieja melodía... Si las luces del alma alumbraran el sendero, unos segundos siquiera. Pero no va a ser posible, sólo  el espíritu alcanzará a llegar a esos límites inasequibles; tomando el onírico rumbo que nos lleve entre discretos aromas; y fuera el nuevo aliento que nos alimente indefinidamente; el único testigo mientras duren nuestros letargos de amor.

Me mueve el deseo de poder expresar mis pensamientos, más que por una necesidad del espíritu, por llenar el vacío que evidencia la soledad en el papel sin mácula alguna y que me acompaña expectante, como si esperara fluyera, súbitamente, el milagro de la comunicación entre todo aquello y mi ego. Narrando al llegar, las sensaciones experimentadas en el ilusionado trayecto por los derroteros de la mente, desde nuestra infancia hasta la culminación y realidad de nuestros días, en esta batalla e incierta permanencia. Retomando los senderos recorridos en tantos momentos gratos de la vida y obviamente, desechando los avatares de dolorosas circunstancias por no quererlos revivir nuevamente; sólo relataría los ratos más felices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario