viernes, 11 de marzo de 2011

ART. DE UN PORTUENSE,

CALLANDO A VECES COMO QUERIENDO OLVIDAR...

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros 
¡Cuánto dejamos atrás, llegada la hora de la partida! ¡Cuántos objetos abandonados, cuántos rincones amados por doquiera, cuánto silencio!.. Un cúmulo de gratos acontecimientos va a sentirse huérfanos de cariño, de calor humano. Un montón de horas vividas y compartidas con aquellos que nos lo dieron todo, familiares, amigos y conocidos. Suele ser patético llegar a entenderlo, desde el animado escenario de la vida cuando se piensa en ello.
 A veces, yendo por la calle, o cuando me asomo desde lo alto, cuando miro hacia el espacio urbano más cerca, siento en esas especiales ocasiones, enorme satisfacción, admiración y respeto por todo cuanto acontece ahí. Buscamos en ellos aquellas cualidades humanas que en todos los mortales abundan, obviando los defectos de cada cual que al cabo del tiempo siempre terminan tornándose en aprobadas virtudes. Si logramos identificarnos, también, tal y como somos, seguramente íbamos a sentir saciados nuestros deseos de lograr hallarnos mejor asistidos, e íbamos a ser, a la postre, más receptivos.
 A mi mente acuden, aunque un tanto desordenadas, aquellas imágenes de los recuerdos que presurosos acuden, de los seres queridos que se han ido, aquellos que nos dejaron solos en medio de tanta confusión, luchando contra la sinrazón, callando a veces como queriendo olvidar... Nos dejaron intuyendo que sabríamos arreglárnosla solos, cada cual con sus respectivas convicciones, su conciencia y sus principios...  A medida que nos hacemos mayores lo estamos viendo en nosotros mismos. Con los años hemos aprendido a valorar y a cultivar nuestros propios sentimientos. Vemos en los demás, antes que nada, lo mejor de ellos. Vemos en la vida una fuente inagotable de amor hacia los demás, hontanar de espléndidas  ilusiones que crecen cada momento mientras nos va quedando aliento. Cada sonrisa nos transmite un mensaje cargado de paz, a pesar de nuestros inevitables temores.
 Cuando nos vamos haciendo mayores le damos más importancia a todo cuanto nos rodea, por insignificante que pareciera. Uno debe aprovechar estas circunstancias que nos brinda la vida, compartirlas con los demás, de una forma u otra, pero sí, corriendo los pesados cortinajes de nuestra ignorancia ante todo cuanto Dios nos ha brindado. Dejando atrás lo material, tan idealizado, para ver más allá en el florido camino, para poder entender la causa de tantos temores que nos asedian en nuestro mundo telúrico... Que no hay nada que callar, ni debemos olvidar para qué hemos venido y nos vamos, tan precipitadamente...
 Entre tanto, enriquece espiritualmente y conforta, participar de esos encantos de la vida, ser comunicativos con los demás y abrir sin recelos las puertas de nuestro corazón. Vernos retratados en los demás, ser receptivos también con quienes se nos acercan. Las gentes no son tan malas como pensamos, ellos pueden darnos mucho y aprendemos de ellos lo mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario