sábado, 23 de abril de 2011

ART. DE UN PORTUENSE,

 AMOR ES EL HILO CONDUCTOR DE LA VIDA                                                   
ARTÍCULO DE:  Celestino González Herreros
Aquellos amigos de la infancia, de nuestra juventud perdida, de aquellos escurridizos años que transcurrieron tan velozmente, sin permitirnos tan ni si quiera, darnos cuenta que se nos escapaban de las manos, cuando creíamos  que siempre íbamos a ser felices con nuestras fantasías propias de la edad. Cada cual, inmerso en su mundo, unos con severas restricciones, otros sin ningunas, dejando a su loco albedrío el galopar del tiempo y la vida misma. Nuestros padres luchando para que no nos faltara nada, enfrentándose algunos de ellos a angustiosas privaciones. Otros en cambio, con más suerte y trabajo, salían adelante. Por eso digo: Cada cual en su mundo cotidiano no debe desperdiciar oportunidad alguna. Y por suerte, los que llegamos a viejos, si miramos hacia atrás, nos resulta asombrosa la distancia del camino recorrido. ¡Cuántas cosas han sucedido desde entonces!
 Los que tenemos la cabeza bien puesta sobre los hombros y hemos seguido el ejemplo que nos dejaron los autores de nuestros días, cuántos muros hemos tenido que escalar en la lucha diaria para formarnos y cultivar nuestros conocimientos. Cuánto afán hemos puesto en la lucha para poder hacer frente a los distintos avatares de la vida. ¡Cuántas obligaciones y responsabilidades, al formar un hogar y sacar a la familia adelante!
Ver los hijos ya mayores y con descendientes, verles sanos y aplicados, responsables con sus familias, creo que es suficiente para sabernos correspondidos en esta vida. La herencia moral  de mis antepasados está de manifiesto en ese bagaje que atesoro. Y así, le ocurrirá a muchos viejos amigos, cuando miran a su alrededor; y sienten iguales satisfacciones... Ha valido la pena el sacrificio, esa entereza de no desviarnos  en el camino y haber mantenido la ruta que nos impusimos, sacrificando no pocos momentos a costa de nuestra responsabilidad, privándonos, a veces, en normales situaciones, del placer personal pensando en lo primero, en esa familia de la que hoy nos sentimos tan orgullosos. Ellos son la razón y el verdadero apego de nuestras vidas, aún cuando estemos algo gastados... 
No todos los amigos que tuve y algunos de los que conservo, su destino fue el matrimonio. Se de muchos que fueron buenos hijos hasta quedar huérfanos. Otros siguen siendo el apoyo de sus ancianos padres, que ven en sus hijos la única esperanza en sus vidas. Se ven acompañados y comprendidos -salvo lamentables excepciones- y mutuamente comparten anhelos y fatigas, comparten, también las alegrías de saberse juntos, porque en verdad, el amor entre padres e hijos, es sublime; entonces ocurre, como cuando éramos jóvenes. Apenas nos damos cuenta de que el tiempo corre alocado, o no queremos pensar en que algún día ha de ser... Yo le suplico, a tantos amigos que tengo,  que cuiden a los viejitos, que les colmen de satisfacciones. Que les traten como si fueran niños, por su fragilidad evidente, que hagan por ellos cuanto puedan, porque en verdad, se merecen todos nuestros desvelos.

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