sábado, 30 de octubre de 2010

UN NORTEÑO,

GILDA, UNA RITA IRRITANTE.
 ARTÍCULO DE: Evaristo Fuentes Melián
Para quienes peinan calvas o canas setentonas, Gilda (1946) es una película de añoranzas y sensaciones  reprimidas. La echó hace unas noches la TV Canaria. Dirigida  por  Charles Vidor fue interpretada por Rita Hayworth (1918-1987), actriz  nacida en Nueva York que falleció en la misma ciudad el año que cumplía 69. Su nombre de pila, Margarita Carmen Cansino Hayworth, hija de un emigrante andaluz nacido en un pueblo de Sevilla, Castilleja de la Cuesta, y de Volga Hayworth, de origen irlandés.
   Gilda, la película, la actriz, mujer fatal, fue motivo de escándalo en la España y en la Canarias de posguerra. El obispo de Canarias (Las Palmas), era un hueso, se llamaba Antonio Pildáin Zapiáin (era tan hueso, que en 1950 no permitió entrar al Generalísimo  Franco bajo palio en la catedral palmense,  como era su costumbre hacer en los recintos religiosos) excomulgó a quienes fueron a ver Gilda. Pero el obispo de Tenerife, más bonachón, nuestro güimarero Domingo Pérez Cáceres, no fue tan estricto. De modo que conozco el caso de un matrimonio de Gran Canaria que aprovechó para confesarse su grave pecado, cuando vino a Tenerife a visitar a unos familiares. Cuesta creerlo pero esto fue así.
    En resumen: la película Gilda sigue siendo en el siglo XXI de un argumento muy fuerte, pecaminoso, aunque Rita=Gilda solamente desnuda su brazo derecho, cuando se quita el largo guante negro, cantando aquello tan acusativo: “Put the Blame on Mame”. Verdaderamente subyugante.
   En este filme está siempre presente la suavización de los diálogos, por la doble censura, en origen (EEUU) y en España. Por ejemplo: la palabra “ramera”, ya de por sí  censurada en versión original en inglés, es traducida en la versión doblada simplemente  por “mujer”. Todo muy comedido y conmovedor.
    Una última nota  he de añadir: sesenta y cinco años después del escándalo de Gilda, si echamos un vistazo a las películas sobre  parejas mal avenidas, quizá sea de agradecer que en Gilda no se excedieran en las escenas violentas, explícitamente de violencia física bastó con la célebre bofetada. Pero posteriormente  hay filmes en que uno hubiera agradecido algo de sensatez y comedimiento, en otras palabras: algo de censura.  Ejemplos: tanto en “Las amistades peligrosas”, como en “El honor de los Prizzi”, y en la cúspide de la violencia física en un estatus de ‘gente rica’,  que es “La guerra de los Rose”, Michael Douglas lleva un duelo constante, casi boxístico, con su partenaire,  Kathleen Tourner, hasta la secuencia culminante en que ésta le  echa su poderoso jeep por encima del pequeño deportivo de marca de su esposo, y lo deja convertido en chatarra. ¡Agüita!
Espectador

No hay comentarios:

Publicar un comentario