martes, 16 de noviembre de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

NUESTRA CIUDAD ATRACTIVA Y CONMOSPOLITA

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Dada su posición geográfica, frente al mar, Puerto de la Cruz goza de las brisas atlánticas y el aire más puro que le hace extraordinariamente apetecible y siempre fue balneario recomendado como dieta terapéutica desde años memorables, aconsejado por sabios, destacados y preclaros historiadores.

Donde me hallo en estos singulares momentos, a unos cuantos metros sobre el nivel del mar, concretamente, en la parte alta de la ciudad, en la urbanización La Paz y en una de sus calles ciegas, apenas se oye el delicado canto de los pájaros saltando de rama en rama de la abundante vegetación, los paseos se ven completamente desiertos, como si  no viviera nadie por aquí, pese a estar, el lugar y a ambos lados,  sendas hileras de coches aparcados.

La mañana hoy está algo fría, corre una brisa que acaricia y arrastra el suave perfume de las flores del lugar; y del verde clorofílico que abunda tanto en estas fechas del año. Tiempo desangelado impropio de este soleado entorno, cuando parece que quiere llover; y el concierto y la movediza danza del follaje de ingente cantidad de palmeras y árboles agigantados por la pertinaz brisa; y toda suerte de arbustos y plantas nobles, cual si clamaran que ocurra ese fenómeno atmosférico y poder bajo la lluvia, sentirse deliciosamente alegres y aún más danzarinas… No siempre llueve por este paradisíaco lugar, donde la tierra fue tan generosa en épocas pasadas y que fuera tan fértil. Entonces sí, caía copiosamente la lluvia y era bien recibida, fuente de vida para los campos de nuestras islas.

Este silencio sobrecogedor, obliga a pensar muy reflexivamente; la mente activa los cerrojos de su imaginario habitáculo sensorial, como si entrara en ella un suave soplo y despertara tantos recuerdos guardados y asomaran al festín de sus libertades y se sacudieran y salieran a este mundo mío de la evocación… ¡Cuántos años han pasado, cuántas vivencias!.. Un amasijo de gratos momentos y de alegres pasajes, renovados al salir fuera del encierro donde estaban presos. Desde aquella feliz infancia hasta estos callados momentos. Rebobinados con la más exquisita delicadeza para verlos proyectados en la blanca pared del tiempo que ha transcurrido… Aún conservo aquel nerviosismo de mi párvula edad, cuando asistía a la primera escuelita y tenía que darle un besito diario a la maestra y los pelos de su barba me rozaban… Aquellas clases se impartían en la sala de las visitas, en un modesto rincón de aquel recordado hogar. Eso es difícil de olvidar. Entonces no sospechábamos, con aquella tierna edad, las vueltas que daríamos con el transcurso de nuestros días y que aquellas horas eran parte importante de los cimientos de nuestra cultura y las sucesivas lecciones aprendidas los pilares de nuestro futuro porvenir… Actualmente, cuando ya hemos entrado en años y uno ve salir de las escuelitas a niños en grupitos o acompañados de sus familiares, a veces me emociono y me siento en el lugar de ellos, nuevamente niño, para vivir intensamente aquellos día de mi infancia, mis más alejados recuerdos que nunca se olvidan.
Luego la dulce juventud, los primeros sueños y los primeros desengaños, pero sólo estábamos comenzando, teníamos por delante toda una vida, que nunca pensábamos que fuera a acabársenos alguna vez. Casi sin darnos cuenta se nos acabaron esos tiernos momentos, aquellos instantes de nuestras fantasías, nos fuimos adentrando precipitadamente en la otra  dimensión, más libros, las primeras responsabilidades. Y no pocas veces probamos el sabor ácido de la vida, pero había que seguir adelante y aún hoy, ya con las sienes plateadas por el paso de los años, seguimos luchando, siempre acechándonos las adversidades y los sinsabores que nos depara la vida, pero insisto, siempre en guardia.
Hoy pienso que tampoco lo hemos pasado tan mal, el solo hecho de estar vivos es suficiente; sólo a Dios, si le pido, que no me dé más, pero que no me quite lo que aún tengo y por lo que tanto he luchado.

Voy a recoger el resto de mis gratos recuerdos y guardarlos de nuevo antes que llueva, otro día será y con mejor tiempo.

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