sábado, 22 de enero de 2011

EL PUERTO ES SIEMPRE EL PUERTO,

VERSOS POPULARES (V)

ARTÍCULO DE: Salvador Gracia Llanos

En anteriores entradas consignamos versos populares que recogieron algunos episodios y algunos sentimientos de la vida portuense. Caracterizados por el desenfado, la mordacidad y hasta lo que hoy se llamaría mala uva, encontraron una notable acogida no sólo por rememorar determinada época histórica sino por la singularidad de su propio contenido. Ya se ha explicado que, independientemente de la autoría, fue una forma de ‘comunicar’ y de intercambiar lindezas, muy propio, además, de una localidad pequeña a la que el espíritu de la maledicencia se le identifica con el dicho liberatorio “En lenguas del Puerto te veas”.

Hemos rescatado algunas otras coplas y estrofas que se suman a las ya publicadas. Picantes casi siempre, divertidas, ocurrentes, absurdas, canoras, musicalizables… Lean.

Para empezar, una política:

“En el cielo manda Dios,
y en la tierra, los obreros;
y en el Puerto de la Cruz,
Florencio Sosa Acevedo”.

Una que juega con el amor y los apodos:

“Todas las tardes baja
el lucero de la Villa,
a enamorar en el Puerto,
con agua de manzanilla”.

Carnavaleras, varias. Esta primera la interpretaba, con música de Mi jaca,  la murga Los Viudos, de efímera aparición mediados los años sesenta:

“Mi suegra
galopa y corta el viento
cuando va p’a las barriadas,
caminito de El Peñón.
La quiero,
lo mismito que a una burra
que me está dando patadas
por culpita de otro amor”.

Otra fue cantada (música de La cucaracha), por Los Murgoconcejales, una improvisada reunión de ediles que se atrevieron a subir al escenario del parque San Francisco y lanzar:
“Los periodista, los periodistas
ya no pueden criticar
porque la murga, porque la murga
ha aprendido a replicar”.

En aquellos años, mediados los ochenta del siglo XX, circuló entre los carnavaleros portuenses la siguiente estrofa (con música de O Balancé, O balancé) dedicada al sin par Pepín Castilla:

“¡Oh, mariscal, mariscal!
Cuánto te gusta mandar.
Entra en el parque
y ponte a limpiar:
¡Oh mariscal, mariscal!”.

Las diferencias entre el Puerto y La Orotava encontraron también inspiración poética:

“Tres cosas hay en el Puerto
que no las tiene la Villa:
el muelle, la plaza del Charco
y la calle La Ranilla”.

Trasladadas tales diferencias a la rivalidad futbolística, se generó una variable de la anterior, alusiva a un famoso jugador:

“Tres cosas hay en el Puerto
que no las tiene la Villa:
el muelle, la plaza del Charco
y el muy goleador Movilla”.

Habrá más, seguro.

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