lunes, 7 de marzo de 2011

ARCHPIÉLAGO GULAG,

PERIÓDICOS PARA LA PAZ

ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez
Los domingos tiro el dinero y compro tres periódicos. ABC, El País y El Mundo. Ya son ganas de perder el tiempo. Me paso tres horas leyendo esos papeles que a veces huelen demasiado a cadáveres sin enterrar. Los periódicos locales se ojean en la barra de cualquier bar, al lado de cualquier borracho. Mis respetos para ese borracho. Leer periódicos y comprarlos no está de moda.
Y si hay algo que en el presente me mortifica es que mis periódicos acaben en la mano de otros lectores. Estoy pensando en esos listillos que siempre pululan por los bares en busca de periódicos gratis para echarle un vistazo a la clasificación de la primera división de fútbol o para leer el titular de la crónica de la derrota de C.D. Tenerife. Alguno hay que se atreve a poner sus manos uno de los tres periódicos para llevárselo, entonces reacciono con rapidez y algo de violencia. “Es mío, coño”. Y salta un perdón que vale bien poco.
Hace unos meses, cuando había más dinero y menos sensación de vacío, el gilipollas que firma este comentario se atrevía incluso con La Razón. Luego, -mi mujer dice que afortunadamente-, la cosa se estropeó y ya no era factible la adquisición del diario de Planeta.
Y la anécdota más jadeante es la que convierte en protagonista a Alfonso Ussía, estrella de ese periódico. Aunque yo siento predilección por José Luis Alvite, en aquel instante me entretenía leyendo un artículo de prestigioso comunicador.
De repente, un viejo perdió los papeles y me gritó con la rabia de los guerracivilistas: “¡Fascista!”. El viejo se encontraba a mi lado, en otro mesa, justo detrás de mí, y aprovechaba la cercanía para ir leyendo también el artículo de Ussía.
Me volví para saber si se trataba de un fantasma o de un perro rabioso. Siguió insultándome. Entonces hice un extraño con la hoja del periódico y convertí en protagonista de sus ojos a Ángela Vallvey, y el viejo/perro gritó otra vez: “¡Tía buena!”. Y no quiero ni puedo olvidar que en la mesa, en su mesa, estaba un periódico que había comprado por la mañanita en un bar cercano a mi casa. Leía El País.
Sentí pena. Así que me dirigí a La Peña de Francia a leer la hoja parroquial. A los pocos minutos lo había perdonado. Y leyendo con más atención el artículo de Alfonso Ussía, reconozco que no me gustó la parrafada.
“El derecho de la intolerancia es, por tanto, absurdo y bárbaro; es el derecho de los tigres, y es mucho más horrible, porque los tigres solo desgarran para comer, y nosotros nos hemos exterminado por unos párrafos”, Voltaire en el “Tratado sobre la Tolerancia”.

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