lunes, 28 de marzo de 2011

CANARIAS - AMÉRICA,

EL TELDENSE JOSÉ CABRERA, FUNDADOR Y PRIMER POBLADOR DE SAN ANTONIO DE LOS BAÑOS EN CUBA

ARTÍCULO DE: Manuel Hernández González
1. INTRODUCCIÓN.
Las relaciones de la ciudad de Telde con el Nuevo Mundo han sido una constante a lo largo de la historia desde sus mismos orígenes. Unos vínculos que han ido parejos a su evolución histórica y a los problemas y vivencias cotidianas de sus gentes; que han sido condicionados por las dificultades y adversidades socio-económicas de las diferentes etapas de su trayectoria vital, por las posibilidades de bienestar y futuro más digno que se le ofrecían a sus habitantes en tierras americanas, en especial en Cuba y Venezuela, y por los mitos y factores de atracción que a la largo de la historia forjaron en sus mentes las ilusiones y expectativas que les abría el Dorado americano y su expresión más viva en el mito del Indiano que una y otra vez irradiaba con fuerza el humilde emigrante que enriquecido con su trabajo hizo fortuna en América y lo mostraba a sus paisanos con su opulencia al retornar o con su testimonio hecho obra de arte en la orfebrería o la escultura de la iglesia de su pueblo natal. Una expresión artística que muestra en Telde la hermosa y antiquísima escultura del Cristo crucificado del altar mayor de su iglesia parroquial, tallado por los indios tarascos mejicanos a mediados del siglo XVI o la donación efectuada para la culminación barroca de su altar mayor realizada por el teldense Diego López Montañés, que emigrara a comienzos del siglo XVIII a tierras venezolanas, donde primero se establecería como cultivador de cacao en las tierras calientes de Capaya en Barlovento y más tarde se convertiría en el puerto mejicano de Veracruz en acaudalado mercader de cacao. Un ejemplo más de ese espíritu y de ese afán por garantizarse su subsistencia y la de su familia en el Nuevo Mundo lo encontramos en el teldense José Cabrera que a comienzos de 1770 emigró a Cuba y que en 1772 se estableció en el entonces despoblado entorno de San Antonio de los Baños convirtiéndose de esa forma en su primer poblador y fundador.
Esa intensa migración de la ciudad de Telde a tierras americanas tuvo uno de sus momentos culminantes en la segunda mitad del siglo XVIII. La grave crisis por la que atravesaba la isla en esa etapa impulsó a muchos grancanarios a emigrar hacia el Nuevo Mundo. La reducción del número de hombres en las edades de 16-25 y 25-40 años en los censos de 1787 y 1802 lo demuestran. Malas cosechas, sobreexplotación de los recursos naturales, hambre de tierras y la consiguiente agravación de las condiciones de vida de la población inciden en un malestar creciente entre las capas populares que incita a buscar nuevos horizontes. La Real Sociedad Económica grancanaria, ante su virulencia, se mostró partidaria de “la libertad de los pobres canarios “ para desplazarse. Testimonio de esa situación fueron los agudos conflictos sociales experimentados en esos años que se sintieron con toda su crudeza en Telde, como ha estudiado el profesor Suárez Grimón. Así en 1750 aconteció en esa ciudad una crisis de subsistencia por la extracción de millo, alimento básico de la población. En 1766 acontece otra asonada por negarse sus vecinos a pagar las rentas del almotacenazgo. En 1799 la escasez y carestía de los granos es tan insoportable y gravosa que se levantan sus habitantes. No es casual por tanto que se reactivasen extraordinariamente las corrientes migratorias, que llegarían a su momento culminante en esta etapa en la primera década del siglo XIX. Luisiana (E.E.U.U.)en la década de los setenta en la emigración impulsada por la Corona para poblar esa posesión española y sobre todo Cuba y Venezuela serán los destinos mayoritarios de la emigración teldense en esos años.
2. JOSÉ CABRERA, FUNDADOR Y PRIMER POBLADOR DE LA VILLA DE SAN ANTONIO DE LOS BAÑOS.
San Antonio de los Baños en la Provincia de La Habana, distante 36 kilómetros de la capital de la isla, surgió en 1772 como un pequeño caserío gracias al impulso poblador del teldense José Cabrera que se estableció en él con su familia en ese año, abriendo una pulpería o tienda de comestibles que hacía las veces también de taberna. Fue en torno a esta tienda y residencia situada en los márgenes del río San Antonio que le da nombre donde se constituyó el núcleo de la futura villa. En 1784 contaba ya con una pequeña ermita bajo la advocación de San Antonio Abad que al año siguiente quedó convertida en auxiliar de parroquia de la iglesia del Cano. La fama y bondades medicinales de sus aguas le dieron fama, siendo visitada entre otros ilustres viajeros por Luis Felipe de Orleans, posteriormente Rey de Francia en 1798, por Alejandro de Humboldt, por la Condesa de Merlín y por el norteamericano Samuel Hazard.
En la documentación e incluso en la leyenda popular de los habitantes de San Antonio de los Baños aparece el teldense José Cabrera como el forjador de San Antonio. En la leyenda queda personificado como el Tío Cabrera, en los informes como el decano, como el testimonio riguroso y fidedigno de todo lo que aconteció en la localidad, al que se recurría de forma obligatoria para hablar sobre sus orígenes. Vivió en San Antonio hasta su fallecimiento a avanzada edad. En la última información de la que tenemos noticia, que data de 1804 contaba 79 años.
San Antonio de los Baños es un testimonio contundente del afán de los emigrantes canarios por roturar y establecerse en tierras hasta entonces montuosas y despobladas en el mundo rural cubano. Siguiendo el ejemplo del teldense, poco a poco en el devenir de los años diferentes generaciones de isleños fueron ocupando San Antonio atraídos por la abundancia y la bondad de sus aguas y la fertilidad de sus tierras. Desde el próximo Santiago de las Vegas, del que dependía municipalmente, una localidad constituida por naturales de las islas que se dedicaron al cultivo del tabaco, se fueron trasladando a San Antonio donde se dedicaron a las labores tabaqueras, a las colmenas, que habían introducido por esos años en Cuba, a la cría de ganado y a la agricultura de autoconsumo. Una labor agraria que explica la estrecha ligazón de la comunidad canaria con el campesinado blanco y la vega de tabaco hasta el punto que el veguero y el guajiro cubano tienen un denso sedimento isleño.
Terrenos vírgenes, bosques que con su trabajo roturaron y pusieron en explotación, hambre de tierras que les incitaba a ganarse el pan de los suyos en esa incipiente población. De esa forma creció de forma inusitada San Antonio. En 1788 contaba con una población de 3.275 personas. En esos años predominaba los cultivos de pequeños propietarios y arrendatarios y el número de esclavos era bien escaso.
La prosperidad de San Antonio de los Baños levantó bien pronto la codicia y el afán acaparador de la oligarquía habanera, personificada en la figura del Marqués de Cárdenas de Montehermoso que quiere en 1794 convertirla en señorío particular suyo. Gabriel Cárdenas, rico hacendado y propietario de plantaciones azucareras, dueño de más de 500 esclavos, es un testimonio del afán de ese grupo social por asentar en la Provincia de La Habana los cañaverales estimulado por la trata libre de esclavos potenciado por la Corona en 1789, el hundimiento de la competidora economía plantadora de Haití por la rebelión de sus esclavos, y la abundancia de tierras, montes y aguas de esa región. En un plazo récord obtuvo del Capitán General y del Rey la concesión del título de señor de San Antonio sin poner ni un duro y tan sólo poseyendo un potrero en su término. Frente a ese privilegio monopolizador, los humildes cultivadores isleños representados por el Cabildo de Santiago de las Vegas entablaron un largo pleito y se resistieron a someterse al imperio del Marqués. Hasta la invasión francesa de la Península mantuvieron la lucha, pero la batalla tenía un decidido ganador ante la voluntad de la Monarquía de favorecer la trata esclavista y la plantación azucarera.
El censo de 1801 es un testimonio fidedigno de la transformación de San Antonio, que alcanza ya los 6.130 habitantes de los que el 43% eran blancos y el 47% eran esclavos. El impulso azucarero y muy especialmente el del café contribuyó a enriquecer la población. Con todo, la crisis del café la menor importancia del primer cultivo en sus tierras mostraron las condiciones de la localidad para el cultivo del tabaco y la agricultura de subsistencia de maíz, mijo y frijoles, por lo que el número de esclavos descendería considerablemente, aumentándose el de guajiros. La continuidad, permanencia y constante renovación de la migración canaria en su territorio constituyó a los isleños en sus más señeros pobladores. En 1862 había en él 2.774 naturales de las islas, de los que 1.054 eran mujeres. En la eclosión de las tres primeras décadas de este siglo su presencia continuó. Esa emigración familiar contribuye a explicar los sólidos lazos culturales existentes entre el mundo rural cubano y las Canarias, como se puede apreciar en la hermosa localidad habanera de San Antonio de los Baños de la que el teldense José Cabrera y su familia serían su punto de partida en 1772.

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